07-12-2015, 21:20
Me adhiero a la idea de los relatos. Aquí uno más. No es autobiográfico, pero podía serlo ...
"Cenamos juntos en el restaurante del hotel. Ella estaba preciosa como siempre, con su blusa, su chaqueta y su minifalda. Yo empezaba a cansarme de tantas horas con traje y corbata.
Al terminar, subimos a nuestras habitaciones. Teníamos que acomodarnos y preparar los documentos para la reunión del día siguiente.
Media hora más tarde, con la tarea ya terminada, salí de mi habitación. Me había puesto una ropa más cómoda. Cruzando el pasillo, me encaminé a la 446 B, unos cinco metros más allá.
Doy los habituales cuatro golpecitos de nuestra señal. Se abre la puerta, aparece ella en ropa interior. Me sonríe y se aleja sin esperarme. Veo su perfecta figura al contraluz, caminando hacia la ventana para cerrar un poco la cortina.
Me siento en el borde de la cama. Ella se acerca y empieza a desnudarme. Nos enredamos en un juego de besos y caricias. Cuando estamos con las mismas prendas, sigo yo la tarea para tomar ventaja. Al final, completamente desnudos los dos, nos abrazamos, retorcemos, tocamos y besamos sobre la cama, casi de forma salvaje.
Seguimos un tiempo disfrutando del contacto piel con piel. Después, nos animamos a continuar nuestra pasión por toda la estancia. Como en las ocasiones anteriores, aprovechamos el espacio que tenemos para vivir una actividad sexual más variada. Así que rodamos por el sofá, hacemos equilibrios en el alero de la mesa, nos esforzamos contra la pared en un hueco dejado por cuadros y muebles, enmarañamos las cortinas al apoyarnos en la ventana y terminamos sentados de forma compleja en el borde de la bañera.
Cuando sentimos cerca el final, preparamos nuestra terminación acostumbrada. Ella se echa en el suelo, entre almohadas y cojines, y me espera con las piernas abiertas. Me pongo sobre ella y la penetro nuevamente. Nos abandonamos al placer de sentirnos, besándonos con deleite y entrecruzando los dedos de nuestras manos mientras las cerramos. Después de unos minutos de movimientos corporales, ambos tenemos un orgasmo intenso que nos deja felices y relajados.
Es curioso que ella disfrute mucho de esta postura, pues dice aborrecerla porque es la única que su marido hace cuando le propone sexo. Para mí, la novedad está en el sitio, en sentir la dureza del suelo. Mi mujer jamás quiere salir de la cama en sus tratos amorosos.
A la mañana siguiente madrugo. Debo preparar la reunión que nos ha llevado hasta allí. En la sala ya está todo dispuesto. Cinco minutos antes de la hora de inicio, aparece ella. La veo llegar entre varios compañeros de la empresa. Me levanto y me acerco a saludarla:
- Buenos días, señora Directora. ¿ Preparada para una larga jornada ?
- Buenos días. Preparada. ¿ Están todos los convocados ?
- Por supuesto. Podemos empezar cuando quiera.
Le cedo el paso hacia la mesa de oradores. Al pasar por mi lado, puedo oler uno de sus dos perfumes. No es el de sus momentos íntimos, que tan bien conozco. Ahora estamos trabajando y, una vez más, yo sigo siendo su adjunto y estoy aquí para decirle que sí a todo."
"Cenamos juntos en el restaurante del hotel. Ella estaba preciosa como siempre, con su blusa, su chaqueta y su minifalda. Yo empezaba a cansarme de tantas horas con traje y corbata.
Al terminar, subimos a nuestras habitaciones. Teníamos que acomodarnos y preparar los documentos para la reunión del día siguiente.
Media hora más tarde, con la tarea ya terminada, salí de mi habitación. Me había puesto una ropa más cómoda. Cruzando el pasillo, me encaminé a la 446 B, unos cinco metros más allá.
Doy los habituales cuatro golpecitos de nuestra señal. Se abre la puerta, aparece ella en ropa interior. Me sonríe y se aleja sin esperarme. Veo su perfecta figura al contraluz, caminando hacia la ventana para cerrar un poco la cortina.
Me siento en el borde de la cama. Ella se acerca y empieza a desnudarme. Nos enredamos en un juego de besos y caricias. Cuando estamos con las mismas prendas, sigo yo la tarea para tomar ventaja. Al final, completamente desnudos los dos, nos abrazamos, retorcemos, tocamos y besamos sobre la cama, casi de forma salvaje.
Seguimos un tiempo disfrutando del contacto piel con piel. Después, nos animamos a continuar nuestra pasión por toda la estancia. Como en las ocasiones anteriores, aprovechamos el espacio que tenemos para vivir una actividad sexual más variada. Así que rodamos por el sofá, hacemos equilibrios en el alero de la mesa, nos esforzamos contra la pared en un hueco dejado por cuadros y muebles, enmarañamos las cortinas al apoyarnos en la ventana y terminamos sentados de forma compleja en el borde de la bañera.
Cuando sentimos cerca el final, preparamos nuestra terminación acostumbrada. Ella se echa en el suelo, entre almohadas y cojines, y me espera con las piernas abiertas. Me pongo sobre ella y la penetro nuevamente. Nos abandonamos al placer de sentirnos, besándonos con deleite y entrecruzando los dedos de nuestras manos mientras las cerramos. Después de unos minutos de movimientos corporales, ambos tenemos un orgasmo intenso que nos deja felices y relajados.
Es curioso que ella disfrute mucho de esta postura, pues dice aborrecerla porque es la única que su marido hace cuando le propone sexo. Para mí, la novedad está en el sitio, en sentir la dureza del suelo. Mi mujer jamás quiere salir de la cama en sus tratos amorosos.
A la mañana siguiente madrugo. Debo preparar la reunión que nos ha llevado hasta allí. En la sala ya está todo dispuesto. Cinco minutos antes de la hora de inicio, aparece ella. La veo llegar entre varios compañeros de la empresa. Me levanto y me acerco a saludarla:
- Buenos días, señora Directora. ¿ Preparada para una larga jornada ?
- Buenos días. Preparada. ¿ Están todos los convocados ?
- Por supuesto. Podemos empezar cuando quiera.
Le cedo el paso hacia la mesa de oradores. Al pasar por mi lado, puedo oler uno de sus dos perfumes. No es el de sus momentos íntimos, que tan bien conozco. Ahora estamos trabajando y, una vez más, yo sigo siendo su adjunto y estoy aquí para decirle que sí a todo."